Esta tarde hemos celebrado, junto con su marido, Tomás, y uno de sus hijos, Alberto, la Eucaristía en recuerdo de la vida de Marisa. Nos contaban sus compañeras de promoción, en la monición de entrada, que la dignidad con que supo aceptar y vivir su dura enfermedad, ha sido un ejemplo que les ha marcadao les ha unido más, y que ha sido una suerte disfrutar de ella durante más de 40 años. Y añadían: "Su cariño, entrega, amabilidad, sencillez, su profunda espiritualidad y buen hacer con todos, ha sido un regalo que siempre guardaremos en nuestro corazón, Hoy queremos celebrar que Dios la ha acogido con todo su amor y ahora es plenamente felíz". Así dice el Señor, el que te creó: Marisa, no temas, sierva mía, mi cariño, mi elegida, pues yo estoy contigo. No te inquietes, yo soy tu Dios, tu salvador, No te asustes, yo te he rescatado y te llamo por tu nombre y tú eres mía. Eres de gran precio a mis ojos, eres muy valiosa y yo te amo con locura. Cuando cruces las aguas profundas yo estaré contigo y la corriente no te anegará. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, la llama no te abrasará. Mira, Marisa, fíjate: te llevo tatuada en las palmas de mis manos. Así sabrás que yo soy tu Señor y no defraudo a quienes esperan en mi. Querida Marisa, descansa en Paz. |